lunes, 3 de mayo de 2010

COQUETERÍA FEMENINA Y METROSEXUALIDAD



Las romanas y también los romanos se preocuparon muchísimo por su aspecto físico, al que dedicaban mucho tiempo. Hoy día se habla de la metrosexualidad como un invento "muy moderno" pero es algo que la sociedad de la Antigua Roma tenía muy asumido.

Perfumes
Quemaban esencias aromáticas para ambientar la casa o las estancias y las ropas. Los aceites consistían en una base líquida (aceite de almendras, de oliva, de lino, de grasa animal…) Para perfumar el cuerpo y el cabello. También utilizaban otras bases como el talco que se aplicaban con plumas de cisne. Las esencias más utilizadas eran las siguientes:
-Flores: rosa, lirio, nardo, narciso, azucena.
-Frutas: almendras amargas, romero, laurel, tomillo, lavanda.
-Especias: azafrán, canela, orégano, menta, cardamomo.
-Resinas: incienso, mirra, ámbar, resina de ciprés.
Los ungüentarios eran los recipientes de alabastro, cerámica, piedra, metal o vidrio donde se guardaban los perfumes en cualquiera de sus formas. Las señoras que se perfumaban llenaban la boca de sus esclavas de perfume y esta lo pulverizaba sobre su ama.


Maquillaje
En general se utilizaba poco maquillaje aunque con el paso del tiempo se fue generalizando solo en las clases más altas. Una característica peculiar era el gusto de las mujeres griegas por la “ceja única”, las teñían de negro fuera cual fuere su color de cabello y las pintaban unidas justo por encima de la nariz. En general eran un pueblo con buenas costumbres de limpieza e higiene, se lavaban los dientes, se bañaban continuamente y las mujeres cuidaban el estado de su piel. Las mujeres romanas consideraban bello que las cejas estuvieran unidas sobre su nariz, para conseguir tal efecto utilizan una mezcla de huevos de hormiga machacados con moscas secas, también lo utilizaban como máscara de pestañas. El vello del cuerpo lo llevaban rasurado totalmente. Había varios métodos para quitar el vello. Por ejemplo, se utilizaba una especie de cataplasma llamada dropax, compuesta de varias ceras resinosas; también se empleaban las pinzas (forcipes aduncae), pero era un procedimiento muy doloroso. Algunos hombres también se depilaban todo el cuerpo.


Popea (esposa de Nerón) en todos sus viajes se hacía seguir por un rebaño de trescientas burras, que cada mañana eran ordeñadas y así podía llenar su bañera de plata para su hidratante baño matutino. Ella inventó la mascarilla, que hacía con una mezcla de pasta y leche de burra denominada tectorium, que aplicaba antes de acostarse y se la dejaba puesta durante toda la noche. Para las arrugas utilizaban una mascarilla compuesta de arroz y harina de haba.


Las cremas también se vendían en pequeños vasos de cerámica, pomos de cristal o pequeños recipientes de alabastro. El maquillaje para el rostro se mezclaba en pequeños platillos, utilizando a veces la lanolina de la lana de oveja sin desengrasar. La piel se llevaba blanca (como signo de apasionamiento) , utilizando para ello una mezcla a base de yeso, harina de habas, tiza y albayalde (carbonato clásico de plomo), al final los resultados que se obtenían eran los contrarios, ya que esta mezcla oscurecía el rostro, también con el fin del blanqueamiento ingerían gran cantidad de cominos.

El carmín para los labios se obtenía del ocre procedente de un tipo de liquen denominado ficus, o bien de moluscos. El perfilador de ojos se conseguía a partir del hollín o de un polvo hecho de antimonio: este último también se utilizaba para engrosar las cejas para la sombra de ojos era imprescindible la ceniza, también utilizaban el khöl, maquillándolos en negro y azul. Las cejas se perfilaban sin alargarlas y se depilaban con pinzas y los labios y pómulos se coloreaban en tonos rojos vivos, para conseguir unos dientes blancos nada mejor que el vinagre.


Como dentífrico utilizaban orines, y los más cotizados eran los de Hispania, se envasaban en ánforas, se precintaban y se distribuían por el Imperio. El espejo era una necesidad básica. Se hacían de láminas de metal muy bruñidas y a menudo tenían el reverso profusamente decorado.

Utilizaban mascarillas de belleza. Contra las manchas, añadían hinojo a la mirra perfumada (cinco escrúpulos de hinojo por nueve de mirra) y un puñado de pétalos secos de rosa, e incienso macho junto con sal gema. Se vierte encima jugo de cebada: que el incienso y la sal pesen tanto como las rosas.

Contra las arrugas: “Hervir el astrágalo de una ternera blanca durante cuarenta días y cuarenta noches, hasta que se vuelva gelatina y después, se aplica con un paño”.

Para alisar la piel, a base de nabo silvestre y harina de yero (planta leguminosa parecida a la lenteja), cebada trigo y altramuz.

Para aclarar la piel de la cara: con raíces de melón secado al aire, hervidas en agua y machacadas, y aplicadas como una cataplasma. El maquillaje se vendía en forma de polvo y antes de usarse debía diluirse con lanolina (aceite) en pequeños platos.

También los labios y las mejillas se pintaban de rojo, con pigmentos que se obtenía de ciertas plantas y moluscos. Los ojos se delineaban de negro y las cejas las usaban muy marcadas. Los párpados los sombreaban de color azul.


Peinados y barba en los hombres
Las mujeres acomodadas invertían mucho tiempo y dinero en su arreglo personal. Usaban peines de todo tipo de materiales (bronce, marfil, hueso, carey, oro) con los que se peinaban de raya en medio para diario y con peinados elaborados, con trenzas y chongos, en ocasiones especiales. Muchas mujeres rizaban su cabello con el calmistrum, un tubo de metal que ponían sobre carbones calientes, y luego se fijaban el peinado con ungüentos. En el cabello se usaban listones, peinetas y otros adornos.

Inicialmente al igual que con la vestimenta los estilos de peinado no diferían entre hombre y mujeres, posteriormente cerca del siglo VI a C los hombre comenzaron a llevar el cabello corto. El peinado de la mujer fue variando durante todo la civilización, partiendo del uso del cabello suelto y ondulado (mediante planchas calientes) con una raya la medo hasta la elaboración de complejos peinados en el periodo helenistico, que se adornaban con horquillas, diademas, cintas y joyas. El color rubio era el preferido pero con el tiempo, popularizaron otras tonalidades utilizando polvos de distintos colores que se eliminaban sencillamente con los lavados.


El Tonsor (peluquero de caballeros, barbero) afeitaba, depilaba, cuidaba las uñas y teñía el pelo, su trabajo pertenecía a las artes mecánicas y la mayoría de ellos trabajaban en la calle (salvo los de las clases pudientes). Las cuchillas que utilizaban eran de hierro, y aunque estas se afilaban de aquella manera siempre eran mejor que hacérselo cada uno en su casa, por eso siempre acudían a este profesional, además, la peluquería era un lugar social estupendo para enterarse de todos los cotilleos y noticias.

El hombre llevaba las piernas depiladas. A principios del siglo I lo más frecuente era llevar el rostro afeitado por completo. Hasta el siglo II el peinado más extendido era raparse o llevar el pelo muy corto, echándolo hacia delante, con más o menos estilo, se llevaba muy rasurada la barba (era obligatorio).

La moda de la barba se importó de la Grecia oriental y fue promovida por Adriano, su cara tenía un desagradable tono azulado, porque se le notaban mucho los capilares, además según algunos historiadores por causa de una enfermedad que le afectó la cara, otros que por causas de una gran cicatriz en el rostro.

Los hombres estaban muy preocupados por su imagen, se cuidaban mucho. Julio César estaba muy preocupado por su calvicie, tanto que al ser rechazado varias veces por el jefe Galo Vercingétorix (uno de sus grandes "amores"), mandó ejecutarlo y cortarle su larga y rubia cabellera, con la que se hizo una peluca. En Roma se daba mucha importancia a la cabellera, pues la calvicie, incluso entre los hombres, se consideraba un deshonor y hasta en época tardía las damas no conocían o les estaba vedado el uso del sombrero. El tocado tenía suma importancia pues asumía el papel de elemento esencial que caracterizaba a una persona y reflejaba su situación y gusto a la hora de presentarse ante los demás.

El peinado de la época lo ponían de moda los emperadores, en cada etapa de su vida cambiaban de estilo, y hacían imprimir las monedas con su nuevo look, a través de estas la gente conocía la moda del momento.


Con el paso del tiempo la moda impulsó verdaderos refinamientos y caprichos en el peinado de las mujeres y ciertas damas dedicaban bastante tiempo al cuidado de su peinado, que confiaban a los esclavos peinadores o "ornatrix". Las mujeres romanas, como las griegas, llevaban el cabello largo y lo sujetaban con cintas y trenzas. Evolucionan los peinados según épocas y clases sociales.


Las jóvenes, antes de casarse, se peinaban de forma sencilla, recogiendo el cabello en un moño sobre la nuca con trenzas o cola de caballo. Las mujeres casadas, en principio, llevaban un peinado característico, las sex crines, seis trenzas; peinado que también llevaban las vestales, sacerdotisas muy importantes en la vida social y religiosa romana. A lo largo del imperio, los peinados fueron complicándose siguiendo unos modelos: sujetaban todos los cabellos con cintas sobre la nuca, llevaban varios pisos formando un peinado alto, disponían los cabellos en semicírculo con tirabuzones alrededor... Todos estos peinados necesitaban postizos, agujas comatoriae, redecillas y las manos de esclavas expertas. También era habitual el uso de pelucas rubias y de tintes para aclarar el color de los cabellos.

La profesional de la belleza femenina se llama Ornatrix era una mezcla de peluquera, esteticien y asesora de imagen cuya finalidad fundamental era embellecer a las matronas romanas. En lo que respecta a las funciones de peluquería lavaban el pelo a las clientas, hacían eliminar las canas más visibles arrancándolas con pinzas y eran expertas en la confección de recogidos, elemento fundamental para diferenciar a simple vista a una dama y a una prostituta (ellas lo llevaban suelto). Estas profesionales también fabricaban pelucas que se llamaban capillamentum, con pelo importado de la India o que cortaban a las esclavas, también pintaban las zonas calvas de la cabeza.

El color rubio causaba sensación entre ambos sexos y para conseguirlo se echaban polvo de oro. En el siglo VI a. C. los romanos adoptaron de los griegos la costumbre de teñirse el pelo color amarillo rojizo, consiguiendo este color con jabón caustico (espuma caustica o bátava) a base de sebo y cenizas. Por ejemplo el peinado republicano es extremadamente simple: los cabellos, separados en dos bandas simétricas, se juntan en un pesado moño sobre la nuca, mientras que muy pronto aparecerán los complicados rizos de la época flavia, con los que se mezcla una cinta de púrpura: la vitta. A veces los escultores que modelaban un retrato de mujer creaban verdaderas pelucas de mármol utilizando un mármol especial, más blando y trabajado aparte, para la cabellera, que luego se superponía al retrato y se cambiaba según la ocasión y la moda, igual que una peluca. El peinado no variaba únicamente de acuerdo con la moda, sino también según los rasgos del rostro, pues rostro alargado requería cabellos divididos sobre la frente que enmarcaran delicadamente las mejillas, mientras que el peinado más adecuado para una cara redonda era “un nudo ligero sobre la coronilla, y las orejas descubiertas” una especie de moño. Luego, en el período imperial, se produjo una verdadera invasión de los postizos (las pelucas), utilizados por gran cantidad de mujeres permitiendo mayor variedad en los tocados. Además tuvo mucha aceptación en Roma la moda de teñirse los cabellos.

Durante el primer período imperial, a las damas romanas les gustaba teñírselos de color rojo o ponerse postizos hechos con cabellos cobrizos de las mujeres bárbaras; no faltaban las pinturas negras y de color ceniza mientras que estaban absolutamente prohibidos el amarillo o el azul pues se reservaban a las cortesanas. Los peinados se adornaron con diademas, alfileres, peinetas de carey y de hueso, cin­tas, incluso a veces se introducían frasquitos de veneno y perfumes que iban disimulados entre los cabellos y que podían ser utilizados en un momento determinado. En la época imperial avanzada se puso de moda una diadema adornada o entretejida con perlas.

Joyas y accesorios

La joyería tiene una gran importancia en el mundo romano, en todas sus épocas, los llamados ornamenta o productos de embellecimiento personal, peines, agujas de pelo, pendientes, anillos, collares, recipientes para el perfume y todo hecho de bronce, marfil, hueso, cerámica, etc. Se usan por todas las clases sociales romanas.

Usaban para las joyas el oro, la plata, la pasta vítrea, piedras preciosas, perlas, etc. Los anillos se fabricaban de bronce y de pasta vítrea, los collares y brazaletes de oro y pata vítrea. Los collares de oro usaban cuentas de granates, variscitas, esmeraldas, amatistas o perlas. Los anillos de oro se acompañaban de piedras preciosas de cornalina calcedonia, crisolita, azabache, ágatas o pasta vítrea y otras gemas.

En la antigua Roma también se encontraba la sortija de compromiso que fue un aro de hierro, que en la antigua tradición romana se entregaba como símbolo del ciclo de la vida y de la eternidad y constituía una promesa pública de que el contrato matrimonial entre un hombre y una mujer sería respetado en el transcurso del tiempo. El diseño es mítico religioso, así como de suerte. Son los creadores del anillo-sello. Las joyas más preciadas eran las perlas. Símbolos usados en las joyas: Cupido, aves y escenas mitológicas.

Los niños romanos usaban al cuello un dije (colgante) en forma de concha marina, la cual abandonaban en el momento de vestir la Toga Patricia o Viril, símbolo de la edad adulta. Los hombres usaban anillos de sellos, bastones, mientras, que las mujeres se adornaban el cabello con horquillas y joyas.

Y algunos accesorios del traje eran la aguja, el anillo, el bastón, el brazalete, el collar, la latiglavia, fibula… Además algunas de las joyas que más solían utilizar: Los romanos distinguían dos tipos de collares, "monilia" o collares y "catellae" o cadenas, con perlas y pedrería, que bajaban hasta la cintura Los collares largos en forma de cadena se llevaban con 2 o 3 vueltas al cuello y pendiente de ellos iba la bula, que contenía un amuleto para preservar de las enfermedades, mal de ojo, etc. Las cadenas pendientes del cuello descendían sobre el pecho hasta la cintura, parecido al prendido etrusco.

Laticlavia, adorno que llevaban en la túnica los senadores y otros magistrados romanos y consistía en una tira de púrpura bastante ancha, asegurada en todo alrededor del huelo de la túnica y si la tira era estrecha se llamaba "angusticlavia" y era uno de los distintivos de los caballeros.

Fíbula, hebilla: Un corchete o botón de que servían los antiguos para abrocharse o asegurarse la clámide, el paludamento, la cintura o el ceñidor, la túnica, la palla o otra parte del vestido. Camafeos: miniaturas talladas en piedra se usaban como broches o medallones.

Eran muy comunes las cadenas y pulseras finas. Se dice que los brazaletes con forma de serpiente daban una larga vida a su portador. Las horquillas se hacían con marfil y oro y se llevaban en el pelo o la ropa.


Otros accesorios
Los romanos tenían una especie de guantes de color púrpura llamados ephatis, los cuales eran propios de los militares, mientras los sombreros, aunque los romanos solían salir a la calle con la cabeza descubierta, que les obligaba a ir bien peinados y muchos solo se la cubrían con la toga, usaron dos clases de sombreros, no solo la gente de pueblo que estaba más expuesta al intemperie sino también las personas distinguidas, que eran los siguientes: Pilleus y Petasus más un capuchón.

Autora: Grimanesa Sosa Tacoronte ( 1º bachillerato)

BIBLIOGRAFIA


http://enciclopedia.us.es.antigua/ roma
http://muchosobreroma.bloqspot.com/
http://www.content4reprint.com/
libro latín 1 almadraba.

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